Efectos al dejar llorar a tu bebé por periodos largos de tiempo

Dar caricias llenas de amor y cargar a nuestros bebés trae innumerables beneficios tanto para ellos como para nosotros los padres.

Siempre habrá controversia cuando se trata de criar a nuestros hijos así como también  habrá opiniones casi siempre bien intencionadas pero no siempre bien informadas. Creo que es prudente decir que nadie tiene la verdad absoluta y que cada quien aplica lo que en su momento considera mejor opción por lo que no sería justo emitir juicios de mamás que no piensan igual que nosotros. Pero algo que no podemos pasar de largo y que es de suma importancia  mencionar es que el  llanto de un bebé y sus gestos por muchos meses son los únicos medios de comunicación por lo que siempre es importante atenderlo.

Un bebé no se va a “chiflar” ni se va acostumbrar a  estar siempre cargado si atendemos su llanto. Un bebé NECESITA ser cargado, atendido  y mantener contacto físico. Con esto vamos forjando su confianza y carácter para la vida adulta.

Hay mucha información disponible actualmente en Internet de profesionales en el tema como lo son psicólogos y doctores de renombre que nos dan variadas razones  de la importancia del contacto físico durante los primeros años de vida.

En lo personal he leído diversos artículos relacionados que me han ayudado en la formación y crianza de mis hijos. Uno de los artículos que mejor explica algunos efectos al dejar llorar a un bebé es el que les presento a continuación en forma resumida.

Según la Profesora Darcia Narvaez en su publicación Dangers of “Crying It Out” esto es lo que pasa al dejar llorar a nuestros bebés.

Las neuronas se dañan. Al llorar por mucho tiempo y no ser atendido el bebé se estresa y se libera una hormona llamada cortisol, que en cantidades elevadas debilita las neuronas y finalmente las mata, entonces el estrés que experimenta el bebé al llorar insistentemente para que atiendan sus demandas, tiene un efecto negativo en su salud.

La autoregulación se afecta. El bebé es absolutamente dependiente de sus papas o bien de las  personas que están a su cuidado. El cuidado responsivo (satisfacer las necesidades del bebé antes de que se angustie) afina al cuerpo y al cerebro para calmarse. Cuando un bebé se asusta y su madre o su padre lo carga y lo consuela, el bebé construye expectativas de ser consolado, las cuales se integran en habilidad para consolarse a sí mismo. Los bebés no se auto consuelan cuando están aislados. Si se les deja llorar solos, aprenden a cerrarse ante la expectativa de la angustia extrema, dejan de crecer, dejan de alimentarse, dejan de confiar. (Henry & Wang, 1998).

La confianza se pierde. El primer año de vida es un período sensible para establecer un sentido de confianza. Cuando las necesidades de un bebé son satisfechas sin angustia, el niño aprende que el mundo es un lugar confiable y que las relaciones son de apoyo. Cuando las necesidades de un bebé son ignoradas, o minimizadas, el niño desarrolla un sentimiento de falta de confianza en las relaciones y en el mundo. Y la autoconfianza se debilita. El niño puede pasar toda su vida tratando de llenar ese vacío interno.

La sensibilidad del cuidador se puede dañar. Un cuidador que aprende a ignorar el llanto del bebé, aprenderá a ignorar las señales sutiles de las necesidades del niño. Al desconfiar de su intuición de detener la angustia del bebé, el adulto practica y va aprendiendo a "endurecer su corazón". El bebé queda indefenso.

Como resultado, a los bebés que no se les atiende sus demandas, suelen crecer mostrando pocas habilidades sociales y en algunos casos no piden mucha atención ni ayuda, mostrando conductas depresivas, sin embargo; es probable que sean llorones, infelices, agresivos y demandantes, ya que han aprendido a gritar y llorar para ser atendidos. Por el contrario, los niños que son atendidos antes de mostrar molestia o llanto, es más probable que sean independientes, que aprendan a reaccionar de manera menos ansiosa. Dejar llorar al bebé por la noche, genera adultos más ansiosos, menos saludables, con menos capacidad de adaptación y menos cooperativos.

Si queremos hijos independientes, capaces de relacionarse con otros seres humanos de manera positiva y constructiva y que sean seguros de sí mismos, tenemos que empezar a trabajar en ello desde su nacimiento. ¿Cómo? Atendiendo sus necesidades y hacerlos sentir amados mediante cuidados y cariño.